El cañón del Ebro está tallado en calizas formadas en una
plataforma profunda de los cálidos océanos de hace 90 millones de años, en el
Cretácico Superior.
En aquellos tiempos se produjo una sedimentación continua
de cristales de calcita y restos de esqueletos, conchas y caparazones de seres
vivos que habitaban esos mares. Todos estos restos quedaron cementados en
carbonatos conformando el macizo rocoso que apreciamos hoy.
El conjunto carbonatado donde se encuentra el cañón
forma una unidad geológico estructural que es la plataforma de los Páramos, que
a partir de la sedimentación inicial ha ido deformándose, tanto por el peso de los propios sedimentos como por
la compresión de las masas adyacentes, plegándose y fracturándose, para
posteriormente ser desmantelada por la acción erosiva y por la denudación
general, en un proceso que sigue todavía ante nuestra mirada.
Los procesos erosivos del río Ebro ponen al
descubierto en las paredes del cañón una secuencia de capas de calizas que dan
los resaltes y cantiles, y de calizas margosas (calizas con arcillas) más
blandas e impermeables que dan los taludes de la pared y conforman el lecho del
curso actual, el cual sigue socavándose por efecto del arrastre e incisión del
río.
Se puede apreciar el apilamiento de estratos desde el fondo del cauce
hasta el borde del cañón, abarcando una secuencia de sedimentación que
comprende varios millones de años.
El cañón del Ebro tiene por lo tanto, un origen
fluvio-kárstico. La cuenca tiene un escaso desarrollo
de afluentes en su parte alta y una densidad de red de drenaje muy baja,
característica del recorrido de aguas en macizos carbonatados, pues la
elevada permeabilidad de la roca condiciona de manera preferente una
circulación subterránea en galerías y fisuras, dando lugar a sumideros y
surgencias.
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Los páramos, mesetas de caliza que conforman las paredes del cañón del Ebro, comprenden estratos geológicos de tiempos pasados que la tectónica global ha levantado posteriormente dando lugar a macizos de roca.
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Resaltes y escalones jalonan los faldones del macizo a medida que el río ha ido penetrando erosionando el fondo y socavándolo.
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En la imagen: meandro encajado formado por el río en su incisión en los páramos. Quizás, la imagen más representativa del cañón del Ebro.
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El río ha ido abriendo su cauce a través de los materiales más fácilmente erosionables, calizas con arcillas (margas) depositadas desde hace más de 90 millones de años en el fondo del mar somero que cubría esta zona.
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La caliza es una roca muy permeable y soluble por el agua, sobretodo por agua cargada de dióxido de carbono, pero también es una roca muy compacta capaz de levantar paredes tan verticalizadas como las que se aprecian en las imágenes.
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En las paredes del cañón se observa la secuencia de sedimentación que ha tenido lugar en la historia geológica del cañón. Podríamos encontrar restos fósiles de criaturas que vivieron en el mar que mantenía sumergida la zona.
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Aparecen también en las faldas pronunciados taludes, desarrollados a partir de materiales sueltos que caen por gravedad y desprendimientos de ladera de los cantiles y zonas más elevadas. Canchales de piedras.
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En la imagen, el curso del río. En la parte baja del cañón, la velocidad de la corriente del río Ebro es elevada. La Geomorfología es rotunda a este respecto: los cursos de agua en su cabecera tienen elevada energía potencial que se traduce en una alta velocidad de las corrientes y por lo tanto en un mayor potencial de erosión.
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En la imagen: un bloque de tamaño considerable caído de las laderas del cañón. Los agentes de la geodinámica externa, la meteorización principalmente, a partir de procesos de crioclastia y gelifracción provoca, en los periodos hielo-deshielo, la precipitación de estos grandes bloques.
Si bien la erosión
predomina sobre la sedimentación, en las márgenes del río se observan
partículas de limos y finos depositados por el cauce en los lugares donde la
corriente es más suave.
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Otros materiales arrastrados por la corriente: gravas y cantos rodados de río. Además de la erosión y sedimentación, en el cañón del Ebro interviene también el transporte de materiales: por arrastre o tracción (en contacto con el lecho), por saltación (a saltos por el fondo), por suspensión (sin contacto con el lecho), por disolución (iones disueltos) y por flotación (materia orgánica fundamentalmente).
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Más cantos de río: los de aspecto más redondeado han sufrido mayor desgaste y por lo tanto más transporte.
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Por tratarse del curso alto del río, podemos encontrarnos en el cauce formas fluviales como los rápidos que se ven en la imagen, aceleraciones de la corriente para salvar obstáculos.
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En las imágenes: más rápidos de río, la pendiente y las irregularidades del fondo son determinantes en su desarrollo.
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Una pila de caliza a pie del río, la alta permeabilidad de la caliza permite la aportación de caudales al río a partir de aguas subterráneas que brotan en surgencias existentes en la roca.
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Machones negros propios de ácidos húmicos procedentes de la descomposición de materia orgánica sobre las paredes.
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Las márgenes del cauce provienen de materiales depositados anteriormente por el río.
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En la imagen: terrazas de
río, pequeñas plataformas construidas por los propios sedimentos del río
depositados a los lados del cauce donde hay menor pendiente. Es en definitiva,
un remanente del cauce antiguo de una corriente que se ha abierto camino hacia
un nivel subyacente del cañón mediante la erosión, abandonando capas de
aluviones.
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En las dos imágenes
anteriores: la carga de detritos y clastos que transporta el río al haber
regímenes turbulentos del agua, produce la abrasión sobre los lechos y
configura en ellos los llamados pilancones o marmitas de gigante.
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